Evangelio según San Mateo 7,7-12.
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
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La ley y los profetas consisten en la caridad. De nada sirve todo los demás si no hay caridad. De nada sirve el desprendimiento si no hay caridad, eso sería esoicismo. De nada sirve el ayuno si no hay caridad, eso sería dieta. De nada sirve la oración si no hay caridad, eso sería una técnica New Age. De nada sirve hacer el bien a otros si no hay caridad, eso sería filantropía. De nada sirve ejercer una profesión sin caridad, eso sería lucro egoísta. De nada sirve la vida sin caridad, eso sería tiempo perdido.
En cambio, la caridad todo lo empapa, todo lo llena de Dios, todo lo purifica. La caridad nos lleva a vivir verdaderamente la vida, a darle el auténtico sentido a nuestra existencia. Por eso el primer y más importante mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.
Nuestro verdadero hogar es el costado de Cristo, y nuestra verdadera casa es la herida de su costado. La caridad es la verdadera llave del paraíso.
Madrecita Inmaculada, ayúdanos a vivir la caridad con todo el corazón. A arder en ella y a consumirnos bajo su llama, tal como lo hiciste tú.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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