01 marzo, 2011

Martes 1 marzo de 2011

Evangelio según san Matero 10, 28-31
El Señor nos promete la vida futura, la salvación eterna. También nos promete el ciento por uno en esta vida, es decir, nos promete cien veces más de lo que hayamos entregado al Señor. ¿quién de nosotros no lo ha experimentado? Pero —hablando jocosamente— en el “contrato de trabajo” con el Señor nos encontramos con una letra pequeña, una cláusula que dice: también recibirán muchas persecuciones.
Las persecuciones purifican la intención y son garantía de la caridad. Sin ellas, nos veríamos tentado a Evangelizar por simple negocio, por profesión, y no por auténtico deseo de extender el Reino de Dios en todos los corazones. Las persecuciones son como las asperezas que poco a poco nos van afilando.
Pedro preguntó al Señor qué iban a recibir por seguirlo (interesado) y el Señor le prometió cien veces más de lo que iba a entregar y una dosis de persecuciones. ¿Qué habría sido de Pedro sin la persecución? ¿Acaso no fueron estas las que lo “afilaron” en el carácter y lo moldearon para ser el auténtico Vicario de Cristo? Benditas persecuciones que nos encaminan hacia el Señor y purifican nuestras intenciones.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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