25 octubre, 2012

Fuego

Del santo Evangelio según Lucas 12, 49-53 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Así como el santo que se enloqueció por tres años al profundizar que Dios era su padre y que lo amaba, estamos nosotros llamados a ser fuego de locura por nuestro amado Señor y por las almas.
El fuego glorioso que deja el Señor en la tierra es a una madre encendida de amor que cubrió con este a Jesús en la cruz y que nos cubre a nosotros como a hijos también.
La buena señal del ser discípulos del Señor es toda la contradicción que se hace en la familia, especialmente al tomar una decisión llena de cruz y silencio, y es que para el mundo es causa de escándalo y desilusión el que un alma se enamore y se entregue a su Señor, porque bien conoce que al ser un alma consagrada al Señor, implica morir eternamente para si y para el mundo, y comienza  a estorbar porque este (mundo) busca solo la comodidad. Si no queremos que ese fuego se apague (pues bien sabemos que cuando una hoguera no se alimenta de leña, con el tiempo de apaga) tenemos que traer a nuestro corazón a la que va a mantener encendida nuestra hoguera para que Jesús se complazca abrigando en ella su corazón cuando sienta frió como en getsemani y aunque la hoguera no sienta calor ella (María) se encargara de que lo haga por convicción y así complacer a si hacedor.

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