¡Qué diferente es la mirada de Dios! Él ve el corazón y nosotros las apariencias. Fácilmente vemos de Juan su vestuario pobre, su alimentación austera, pero Jesús ve que entre los nacidos de mujer nadie es más grande que él, porque sabía su entrega, sacrificio, su abnegación, su radicalidad, porque no sólo era su vida exterior sino su vida interior.
Los que habían recibido el bautismo pudieron ver las obras de Dios en Juan, pudieron bendecir a Dios por él, por lo tanto para poder ver la virtud, para poder ver lo bueno de las personas tenemos que mirarlas con los ojos del Señor, tenemos que escuchar lo que Jesús diría de las personas, con seguridad Él vería lo bueno, porque Él cree en el cambio de la gente, Él es quien verdaderamente cambia, redime, santifica.
Virgen María, ayúdanos a ver como mira el Señor, a hablar lo bueno de las personas, a aprender conocer su corazón, a suponer buena intención y a ver a Cristo, en quienes anuncian el Evangelio, para que mi fe este cimentada en Él.
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