14 diciembre, 2010

Martes, 14 de diciembre de 2010. Mt 21, 28-32

El hombre de la parábola primero se acerca a quien rechazó la idea de trabajar en la viña, pero posteriormente recapacitó y actuó, permitió que Dios moviera sus sentimientos, permitió a Dios impregnar su voluntad.

El segundo hijo, se asemeja a los sumos sacerdotes, a los ancianos del pueblo, pero también a quienes alguna vez hemos querido corresponder a Dios por nuestras propias fuerzas, por nuestro propio deseo, pero que con el tiempo esta presunción termina siendo derrumbada, acabada.

San Juan de la Cruz decía que el deseo bueno, sobre todo el deseo de Dios, sólo Dios lo engendra. Y Dios no produce nada estéril. El no pondría deseos si no estuviera dispuesto a cumplirlos.

“Dios mío: cuanto más quieres dar, tanto más haces desear: Siento en mi corazón deseos inmensos, y te pido confiadamente que vengas a tomar posesión de mi alma”. S. Juan de la cruz:

Señor, el deseo de trabajar en tu viña proviene de ti, aunque a veces nosotros queramos desistir, aunque parezca que nos cansamos de amar, pero te hemos entregado por medio de la Virgen Santa, nuestra voluntad, nuestra sensibilidad, nuestros afectos, nuestros deseos, reina en nosotros, para que seamos coherentes, y le digamos un si a nuestro no, y un no a nuestro si. Totus Tuus.

San Juan de la Cruz, ruega por nosotros.

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