¡Dichoso misterio inagotable para nuestro entendimiento! Aunque lo meditemos en el Rosario, aunque lo hayamos leído y escuchado muchísimas veces, no podemos pasarlo por alto, no podemos caer en la presunción de creer saberlo, pues el Espíritu Santo nos irá diciendo, en la medida de nuestra disposición, la manera de vivir este sagrado misterio, la manera de encarnar el Evangelio, porque aun no lo vivimos, aun no lo conocemos!
“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María” Dios siempre está con nosotros, pero hace un llamado en una situación particular de la vida, llega en el momento preciso, en un contexto específico y con un fin concreto, a la Virgencita llegó cuando estaba desposada con san José, llegó su mensaje por medio del ángel y el fin era proponerle ser la Madre de Dios. Nosotros estamos llamados a discernir que nos pide Dios, por medio de quien nos está hablando, cuál es nuestro entorno y como se va manifestando, por que es ahí donde Él empezará a actuar, así lo hizo con la Inmaculada, dispuso que estuviera desposada para que en la obra participara san José, varón prudente y justo, hombre trabajador, que cuidó perfectamente de la vida de Jesús y de María.
Las palabras que utilizó el ángel para hablarle a la Virgen de Quien iba a llevar en su vientre son extraordinarias: «Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» La Virgencita aceptó tan digna propuesta, a pesar de la gran responsabilidad, pues sabia que Dios la acompañaría, se arriesgó, creyó, profesó su extraordinaria fe con total confianza.
Madre Inmaculada, tu nos acompañas siempre, tu sabes quienes somos, que hacemos, cual es nuestra situación actual, sabes cuales son los deseos de nuestro corazón, y también conoces cual es la Voluntad Divina, eres la Mujer del Fiat, la que escucha perfectamente a Dios, la que se deja seducir por el Divino Querer, la que es Madre de Quien es Grande, la que responde con su Pequeñez, por eso renuevo mi entrega incondicional a ti, para que seas tu quien actúe en mi vida, para que Jesús reine para siempre en mi y en todo lo que me rodea.
Virgen inmaculada junto con San José os imploro la virtud de la castidad para que siempre glorifique al Señor, a semejanza vuestra. Amén
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