Hemos tenido un primer momento en la conversión, hemos recibido la posibilidad de ordenar nuestros sentidos hacia Dios, hemos sido sanados muchas veces, pero en el camino, el Señor sabe que podemos desmayarnos, somos débiles, pues aunque ya podemos caminar, aunque en cierta forma hemos dejado de ser tullidos, se nos ha quitado mucho la costra de los ojos, aún no tenemos fuerzas, porque esta fortaleza proviene de Él mismo, de la Eucaristía.
Mi Jesús sacramentado, tu tienes misericordia de nosotros, nos miras con amor y te das a ti mismo, para que podamos continuar en este camino, que tiene contrariedades y nos exige, en el cual tenemos que desgastarnos, luchar… ¡que sería de mí sino te recibiera diariamente!
Hoy con María, Mujer Eucarística quiero agradecerte por que me das todos los medios para alimentarme, nutrirme de ti, gracias mi Jesús por tan maravilloso misterio de amor, gracias por escucharme, por mirarme, por “soportarme”, por comprenderme, gracias mi adorado Señor, porque aun cuando me desconcentro y cuando no vivo verdaderamente la Santa Misa, tu no dejas de entregarte todo, no me rechazas, no me impides recibirte.
Hostia silenciosa del sagrario, enséñame a callar, a ser prisionera de amor, a renunciar a mí.
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