Evangelio según San Lucas 14,1.7-11.
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.
Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
"Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados.
Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
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A mí me gusta imaginarme a Jesús sentado en la parte de atrás de aquella fiesta viendo cómo los demás invitados iban llegando a los mejores lugares con sus caras de arrogancia y sus vestiduras ostentosas. Me gusta pensar en un Jesús que iba orando mientras veía tal "desfile de modas". A Jesús con su corazón puesto en el cielo, pensando en cuánto nos ama, orando por nosotros... ¿Qué estaría pasando por la mente de Jesús cuando escogían los primeros puestos?
Jesús no era un hombre importante, no tenía títulos ni cargos públicos, no era un maestro reconocido por la escuela en la que se formó, sino simplemente un hombre controversial que tenía muchos fans. Seguramente Jesús se sentó atrás y nadie lo llamó a sentarse delante. ¡Qué cosas! El Rey de reyes, el Señor de señores estaba sentado atrás con los más sencillos... ¡eso se lo enseño la Virgen!
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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