Miércoles, 12 de octubre de 2011. Lc 11, 42-46
Hay que practicar el derecho y el Amor de Dios sin descuidar el diezmo y el impuesto, de lo contrario seremos como fariseos y maestros de la ley.
Las cargas que ponemos a la gente y las alabanzas en que nos deleitamos son signos de la soberbia, pero también de tumbas que son pisadas porque no tienen señal, es decir, no son tenidas en cuenta por nadie, las palabras del soberbio son efímeras y pasajeras.
Que miedo el poder con soberbia, que miedo no entender las responsabilidades que nos asigna Dios, que miedo no cumplir su voluntad, que miedo apartarnos de la Virgen, que peligro es no vigilar y no orar.
La eficacia está en la humildad, en el silencio, en la misma actitud que Jesús no enseña antes de la vida pública, en la práctica interior que se hace exterior; si tan solo evaluáramos nuestro comportamiento y lo comparamos con nuestro interior lograríamos ver cuántas de nuestras obras son fundamentadas por el Amor y seríamos mas dedicados en dejarnos amar y amar, desearíamos mas la vida de unión con María, que da la verdadera eficacia porque vale más una palabra humilde llena de amor, que un discurso vacio lleno de palabras.
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