Lunes, 24 de octubre de 2011. Lc 13, 10-17.
La mujer no buscó explícitamente el milagro, ella no le dijo nada a Jesús, simplemente se dejó ver de Él y cuando la llamó fue; en realidad es una situación muy sencilla en la que Dios viene a actuar, compadeciéndose, teniendo misericordia.
El demonio -si no tenemos la gracia- podría encorvarnos, puede llegar a impedirnos ver con claridad a Dios, puede impedirnos levantar nuestra mirada hacia las cosas eternas, pero no puede impedir que Dios nos mire, que María nos escoja, nos moldee, nos transforme y donde María reina, en consecuencia, el demonio no puede reinar.
Mamá, concédenos por tu inmenso amor, dirigir siempre tu dulce mirada hacia nosotros, para que al mirarte vea a Cristo y viceversa, Cristo me vea a mí.
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