Evangelio según San Lucas 11,37-41.
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa.
El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.
Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.
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La pureza no consiste en la limpieza exterior sino en las disposiciones internas. La pureza de corazón lo purifica todo porque es la auténtica.
La postura de los fariseos es aún actual. ¿Cuántos nos preocupamos por estar bien exteriormente y en el interior estamos podridos? ¿cuántos nos preocupamos por tener una apariencia agradable, de última moda, según los parámetros del mundo y en el interior estamos convertidos en verdaderos monstruos?
¡Qué diferente es vivir con la Inmaculada! Ella nos invita a vivir con verdad, preocupándonos por lo que es necesario, por lo que da vida, por lo auténtico. La Inmaculada transforma nuestro corazón y lo empieza a purificar desde adentro.
Con la Inmaculada nuestro corazón se empieza a sanar desde su interior y poco a poco va cambiando su exterior. ¡María no maquilla nuestro corazón! María lo sana. En cambio el mundo, disfraza el corazón mientras que lo corrompe desde adentro. ¡Qué diferente es ser hijo de María!
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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