07 octubre, 2011
¡¡¡Déjalo entrar en ti!!!
"Hágase en mí según tu Palabra" --dijo María. Pero ¿por qué no dijo "Hágase en mí según SU palabra"? Porque la Palabra del Ángel era la de Dios. ¿Qué? sí, el ángel no era más que el mecanismo de trasmisión de la Palabra de Dios, era el vehículo que trasportaba la Palabra.
Entonces, La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. María recibió esta Palabra que se anidó en su mismo vientre por virtud del Espíritu Santo y concibió al Verbo.
¡Estamos llamados a ser "Gabriel" y a se "María"! debemos ser "Gabriel" porque tenemos que trasmitir la Palabra de Dios. Tenemos que ser "María" porque tenemos que encarnar la Palabra de Dios.
Hay una cosa muy especial que sucede todos los días en nosotros y a veces no nos percatamos de ello. La Palabra llega a nosotros de muchas formas en el día, especialmente en la Eucaristía. Cuando vamos a la Misa recibimos la Palabra de Dios por medio de las Lecturas de la misma Palabra. Además, en la comunión, la Palabra hecha Carne entra a nosotros de una manera especialísima. Pero ¿cómo entra a nosotros? por medio de la Comunión a través de nuestra boca... La Palabra entra a nosotros por los oídos (Lecturas) y por nuestra boca (Comunión) ¿Por qué?
Porque Dios quiere asegurarse de entrar en nuestro corazón. Si no logra entrar por medio de los oídos porque estamos dispersos y no escuchamos las lecturas, entonces entrará por nuestra boca... es más, si no puede entrar por nuestra boca, porque no todos pueden comulgar en la Eucaristía, entonces entrará por nuestros ojos al verlo en la Consagración, al verlo cuando el Sacerdote dice: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo...". Y más aún, si no entra a nosotros porque no quisimos mirarlo en los diferentes momentos de la Misa, entonces entrará por nuestro olfato al sentir el olor del incienso que se eleva hacia el cielo como signo de nuestra oración.
Y si finalmente tampoco queremos dejar entrar la Palabra por medio del olfato, entrará a nosotros por medio del tacto al recibir el abrazo de paz del hermano que nos dice: "La paz del Señor sea contigo". Y si al final de la Misa no recibimos esa Palabra de Dios, entonces, ¿a qué fuimos a Misa?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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