Martes, 04 de octubre de 2011. Lc 10, 38-42
Al entrar Jesús en la aldea, lo recibe Marta en su casa, sin embargo, ella centra su atención en las actividades y no logra escuchar a Jesús, tantas ocupaciones la inquietaban, la angustiaban.
¿Qué nos inquieta? ¿Qué nos distrae en la oración? ¿Cómo está Jesús en nuestra casa? Muchas veces vamos a orar y no logramos poner nuestra atención en Dios, y no necesariamente es la distracción propia de la ascesis, ¡no! Nuestra distracción es muchas veces ocasionada por nosotros mismos, por andar inquietos en todo lo que tenemos que hacer, y se nos olvida la mejor parte, que no solo es estar a los pies de Jesús, sino escucharle. El mérito de María, no fue no hacer ninguna labor de la casa, no fue sentarse pasivamente a los pies de Cristo, sino que le escuchó, le amó y se dejó amar.
Marta hacçia las cosas que tenía que hacer, pensando en que María no le ayudaba y con estos pensamientos, impedía a su corazón amar en la cotidianidad, en su estado de vida, pero sobre todo le impedía escuchar a Jesús, porque aun ocupados se puede escuchar al Señor si hay silencio, si tenemos el silencio de la Virgen María, que es la perfecta ama de casa, que aun sirviendo no dejó de lado a su adorado Hijo. Entonces, para recibir a Jesús en nuestra casa, debemos primero recibir a la Virgen María, para que con Ella seamos menos indignos de tenerle y podamos corresponder a su divino amor, podamos escuchar, vivir y reflejar su Palabra.
1 comentario:
Traslademonos a la época de Jesús inclusive. Haber ¿Cómo lo recibia su Santa Madre? ¿Cómo lo recibia San José? Y ¿Hoy como lo recibimos a él? ¿Cómo caminamos al lado de él? ¿Cómo oramos al lado de él? ¿Cómo dialogamos con él? ¿Cómo le escuchamos? ¿Cómo sufrimos inclusive con él? Y el Etc...! Es inagotable. Les aseguro que las sorpresas son muchas.
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