Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.»
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.»
Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.».
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Un cordero es una oveja chiquita (corderito) de menos de un año. Apacentar los corderos no es otra cosa que cuidarlos, ¿y cómo se cuida un corderito? No es lo mismo cuidar un grupo de perros que un grupo de cachorros porque son diferentes, porque tiene necesidades distintas, porque los unos inspiran más ternura que los otros.
Igualmente pasa con los bebés. No es lo mismo cuidar un grupo de bebés que a un grupo de niños de 10 años. Todos son niños, pero sus necesidades y exigencias son distintas.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el evangelio? Que Jesús le pide a Pedro que apaciente sus corderos y después que apaciente a sus ovejas. Las ovejas son el pueblo de Dios que para Jesús primero son corderos y después ovejas. Primero tienen que ser cuidadas como pequeños corderos que no saben nada y que exigen mucho cuidado, pero después de ir creciendo y madurando tienen exigencias diferentes y requieren un cuidado distinto. Jesús nos cuida como a niños pequeños y nos da todo su amor y comprensión. Nos tiene paciencia y nos ama. Sabe que somos débiles y pequeños y necios. Sabe qué necesitamos y qué queremos. Sabe qué debe darnos y qué negarnos. Y así debe ser Pedro con la Iglesia, otro Jesús que cuida primero de sus corderitos y los lleva a ser ovejas.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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