Llegaron a Jericó. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más gente, un ciego que pedía limosna se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo).
Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»
Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Llamaron, pues, al ciego diciéndole: «Vamos, levántate, que te está llamando.»
Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego respondió: «Maestro, que vea.»
Entonces Jesús le dijo: «Puedes irte, tu fe te ha salvado.» Y al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino.
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El Evangelio nos habla de Bartimeo, un ciego de nacimiento que escuchó hablar de Jesús y se percató de que pasaba cerca. Este ciego tenía muy buen oído (como todos los ciegos) porque sabía bien quién era Jesús. A pesar de ser un marginado, un despreciado por su entorno, estaba enterado de que el Hijo de David, llamado Jesús de Nazareth, podía curarlo.
Todos los días en mi ciudad me encuentro con personas que tienen alguna enfermedad o problema que los lanza a la calle a pedir limosna, pero muchos de ellos no quieren salir de su enfermedad porque se quedarían sin "trabajo". He conocido múltiples casos de personas que con una terrible enfermedad, infección, tumor o herida no se dejan atender por los médicos y por las personas que los llevan a los hospitales porque están muy contentos con su "gallina de los huevos de oro". Sin embargo, este no es el caso de Bartimeo. No está apegado a su ceguera, no está apegado a su fuente de sustento. No está apegado a su mal. Antes bien, desea ser libre de la oscuridad y ver.
Bartimeo quiere la salud y no se preocupa por "quedarse sin trabajo" porque un ciego vive de la limosna, pero un no ciego ¿de qué vive? tiene que trabajar. Batimeo se lanza al vacío de la fe y dejando su manto (signo de su desgracia y "carné de identidad" de los ciegos, y "seguro de vida") se acerca a Jesús para ser curado.
Ahora bien, ¿nosotros qué? ¿queremos ser curados de nuestra ceguera espiritual? ¿nos da miedo dejar nuestro pecado, nuestra seguridad, nuestro "tesoro"? ¿o queremos ser libres a pesar de lo que eso signifique y represente en nuestra vida?
Es muy cómodo seguir a Jesús cuando no nos exige dejar el "manto" de nuestra vida pasada. Pero seguir a Jesús de esta manera no es seguirlo a Él sino seguir a un ídolo creado por nosotros mismos. Seguir a Jesús implica dejar de pedir la limosna del pecado y comer los sobrados de este mundo. Seguir a Jesús es ponerse a trabajar por el Reino de los Cielos y disfrutar de los manjares celestiales propios de un Hijo de Dios. Aunque todo esto está enmarcado por la persecución y el trabajo duro.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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