23 mayo, 2013

La fe sin radicalidad es muuuuy aburrida

Evangelio según San Marcos 9,41-50.
Y cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa.»
«El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar.
Si tu mano te está haciendo caer, córtatela; pues es mejor para ti entrar con una sola mano en la vida que ir con las dos a la gehenna, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo; pues es mejor para ti entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies a la gehenna. Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Pues el mismo fuego los conservará. La sal es buena, pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se lo devolverán? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros.»
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El evangelio de hoy nos invita a llevar una vida con radicalidad. Radicalidad no significa extremismo ni fundamentalismo, sino profundidad. Radicalidad viene de "raíz" y eso significa una sola cosa: caridad, porque la caridad es la raíz, el fundamento de la vida cristiana.
Un católico sin radicalidad es como el niño de la foto... todo es aburrición y todo carece de sentido.
Sólo con radicalidad la fe adquiere sentido porque la fe es para vivirla no para poseerla. Uno no "posee" la fe, uno VIVE la fe. Porque quien la posee sin vivirla en realidad no la posee. La fe no es un objeto de colección que se coloca en la sala de la casa, la fe es el motor de la vida y nos impulsa a seguir viviendo. La fe debe movernos y no anclarnos; la fe debe ser dinámica y no pasiva.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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