En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: "Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él." Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
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Los niños tienen la capacidad de ser trasparentes y puros. Tenemos mucho que aprender de los niños. Un pequeño deja ver sus intenciones de manera fácil. En ellos no hay grandes pretensione; no hay mentira ni engaño; no hay falsedad ni hipocresía. Un niño es cariñoso, entregado, sincero, despreocupado y tierno. Y tiene mucho que enseñarnos. Si fuéramos como niños ¡Qué distinto sería todo! ¿Cuándo dejamos de ser así? ¿en qué momento nos dejamos robar tantas cosas buenas? ¿por qué nos apresuramos tanto en crecer?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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