10 mayo, 2013

En busca de la felicidad verdadera

Evangelio según San Juan 16,20-23a.
En verdad les digo que llorarán y se lamentarán, mientras que el mundo se alegrará. Ustedes estarán apenados, pero su tristeza se convertirá en gozo.
La mujer se siente afligida cuando está para dar a luz, porque le llega la hora del dolor. Pero después que ha nacido la criatura se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo!
Así también ustedes ahora sienten tristeza, pero yo los volveré a ver y su corazón se llenará de alegría, y nadie les podrá arrebatar ese gozo. Cuando llegue ese día ya no tendrán que preguntarme nada. En verdad les digo que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre se lo concederá.
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Durante toda nuestra vida hemos estado buscando la felicidad. No hay día en que no busquemos ser felices. Tratamos de hallarla en todas partes, a todas horas, por todos los medios. Incluso, llegamos a pensar que la felicidad está en el placer o en el tener o en el poder. A veces buscamos la felicidad en el pecado, en la maldad, en el engaño. Pero ¿podremos hallar la felicidad en alguna de estas cosas?
Primero que todo podríamos preguntarnos qué es la felicidad. Para hallar algo, primero hay qué saber qué es o cómo es, porque sino ¿cómo vamos a saber que lo hallamos si no lo conocemos? Dios es la fuente de todo lo bueno y de toda felicidad. Cuando sentimos algo de felicidad es porque estamos participando un poco de Dios, de la misma manera que cuando alguien en la oscuridad recibe alguna chispa de luz es porque se está acercando a la fuente de la iluminación y recibe un poco de esa claridad.
La felicidad está en Dios y no puede no estar en Él, porque Dios es su fuente. La felicidad no puede estar en el pecado porque el pecado nos aleja de Dios. La felicidad no puede estar en las cosas de este mundo porque ellas no son su fuente, aunque puedan contener en sí o acercarnos un poco a la felicidad porque participan de ella.
Así pues, debemos buscar lo que se nos ha perdido en donde lo vamos a encontrar, porque ¿qué sentido tiene buscar algo perdido en donde no se perdió?
Tenemos sed de felicidad... tenemos sed de Dios.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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