08 mayo, 2012

La obediencia de la Cruz

Evangelio según San Juan 14,27-31a.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí.
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Jesús pudo hacer muchas cosas, sin embargo no las hizo. Jesús pudo decir muchas palabras, sin embargo no las dijo. Jesús pudo curar a muchas personas, sin embargo no las curó. ¿Por qué Jesús hizo lo que hizo y no hizo lo que dejó de hacer? Siendo Dios no hizo lo que quiso... sino lo que le fue mandado.
Jesús se sometió en todo a la voluntad del Padre. Su misión fue la de amar hasta el extremo y entregar la vida por todos los hombres y obrar como le fue ordenado por el Padre.
Todos los sacrificios, amor, entrega, curaciones y milagros de Jesús tienen un valor agregado: la obediencia al Padre. Jesús obedeció hasta el extremo, con una obediencia perfecta a Dios que lo envió al mundo con una misión muy especial: La obediencia de la cruz.
LA OBEDIENCIA DE LA CRUZ... ese es el signo máximo del amor a Dios. Esa es la firma del Espíritu Santo en las almas, ese es el sello de la caridad en los santos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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