15 octubre, 2014

Lo primero es la misericordia

Evangelio según San Lucas 11,42-46.
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!".
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros».
El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»
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La misericordia brota del amor. Si no hay amor, tampoco puede haber misericordia. Y así como la hoja brota de la rama y la rama sale del trono, así mismo sin tronco no hay hoja y sin amor no hay misericordia.
Por esta razón, Dios es misericordioso, porque es amor. Y no me refiero a que Dios sea amoroso, sino como dice San Juan en las Sagradas Escritura, Dios es amor.
¿Y cómo puede ser Dios amor? de la misma manera que Dios no es luminoso, sino la luz misma, y de la misma forma que Dios es bondad y no bondadoso.
Entonces, ¿qué debemos hacer? parecernos a Dios, es decir, ser buenos y participar de su bondad; ser amorosos y participar de su amor; ser misericordiosos y participar de su misericordia. Pero lo malo, nunca será acercarnos a Dios porque Dios no es maldad, por eso, el pecado nos aleja del Señor.
TPI.

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