Evangelio según San Juan 9,1-41.
Jesús escupió sobre la tierra e hizo barro, luego lo untó en los ojos del ciego y lo mandó a lavarse. ¿Acaso no es esta una figura de la creación? Recordemos el Génesis donde Dios crea al hombre del barro. Ahora bien, nuevamente toma barro, lo aplica sobre los ojos (que estaban ciegos), y vuelve a "crear" los ojos del hombre... Dios restituye lo que el hombre había perdido.
Sin embargo, hay un elemento nuevo que no habíamos visto en el Génesis: el agua. El "nuevo hombre" o más bien, el hombre de siempre con "ojos nuevos" tiene que recurrir al agua para poder ver. Es decir, para ser curados de nuestra ceguera debemos recurrir al bautismo.¡Vaya, qué evangelio tan profundo el de hoy!
Pero ¿Qué pasa después con aquel hombre? que fue incomprendido. El signo había sido demasiado sencillo como para creer que había sido obra de Dios. Los fariseos deseaban ver grandes signos cósmicos, sin embargo se encontraron con algo demasiado simple, barro y agua. Lo mismo sucede hoy. El bautismo es demasiado simple como para que el mundo crea que por medio de él somos re-creados en Cristo y se nos abre la posibilidad para alcanzar la vida eterna.
Dios siempre se ha valido de las cosas pequeñas para hacer su obra. Incluso sus sacramentos son demasiado simples. Pero hay algo que sigue siendo "piedra en el zapato para el mundo" gracias a su simplicidad: María. La obra maestra de Dios es el colmo de la sencillez... ¡Qué grandeza la de nuestro Dios!
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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