Domingo, 17 de abril de 2011.
«Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
Dios mismo mira a sus amigos y les cuenta sus sentimientos. ¿Cuántas veces le has dicho a Jesús Sacramentado lo que sientes? ¿Cuántas veces has acudido en brazos de María? Quizás muchas veces, pues hemos descubierto que necesitamos de Él, que nadie en el mundo puede cargar con nuestro cansancio y agobio; sabemos también la labor materna de la Virgen, vemos por su parte constantemente su protección y fidelidad a la consagración.
Pero… ¿hemos escuchado a Dios? ¿Hemos compartido sus sentimientos? ¿Hemos velado con Él? El celo apostólico brota directamente del corazón de Jesús y de María, de sabernos amados por ellos y en correspondencia a tanto amor, no queremos que sufran y si lo hacen, como buenos enamorados, compartiremos sus mismos sentimientos buscando menguarlos con la alegría de nuestra conversión y del anuncio del Reino.
Hoy empezamos la Semana Santa con un recuento vivo de la pasión, ahora nos queda empezar la meditación de cada pasaje, y la mejor forma de hacerlo es con la Virgen Madre, Ella que es consuelo de Dios, que con su oración, con su amor y dolor esta fiel con su Hijo Amado.
María, Señora, Reina, vive en mí esta Semana Santa, que me una profundamente a Jesús y repare, con mi vida, su corazón sacratísimo. Amén.
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