Hoy en la liturgia, dos mujeres acusadas de adulterio, una inocente y la otra culpable, una en la primera lectura, otra en el evangelio, pero ambas perdonadas. Así es como se manifiesta la misericordia de Dios, mira cada caso particular, pero independientemente de las circunstancias derrama su misericordia. ¿Cuál es el límite de nuestra caridad? ¿Acaso por conveniencia? ¿Cómo son nuestros juicios?
Jesús se apropia de la situación, exhorta a los acusadores y se preocupa por el pecador, aun cuando es culpable y le da esperanza, pero lo compromete: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
Virgen Inmaculada, mujer fiel a Dios y a los hombres, particípanos de tu pureza angelical y que mirando con la mirada misericordiosa de Cristo podamos esforzarnos por no pecar más, podamos comprometernos en la fidelidad diaria a los mandamientos del Amor. Amén.
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