06 septiembre, 2013

Lo nuevo y lo viejo

Evangelio según San Lucas 5,33-39.
Luego le dijeron: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben".
Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos?
Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar".
Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos!
Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor".
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A veces vivimos en el pasado porque pensamos que "todo tiempo pasado fue mejor". Pero la verdad es que no necesariamente es así. La impresión de que todo tiempo pasado fue mejor que el tiempo presente corresponde a que nosotros solemos guardar los buenos recuerdos y tratamos de desechar los malos. Si miramos una mesita con portaretratos y fotos vamos a encontrar sólo momentos hermosos: los cumpleaños, la familia unida, la cena especial, la graduación, el niño en brazos de su madre, el matrimonio, los seres más queridos, etc. Entonces, la impresión que nos va quedando del pasado es la de alegría, unidad, paz, amor, triunfo, etc.
Pero son pocos, o nadie, los que conservan fotos de los entierros, de las derrotas, de los momentos de crisis y de dolor. Casi nadie, o nadie, toma fotos en un entierro o en una separación. Entonces, con el tiempo vamos borrando lo que no duele y nos sofoca mientras que tratamos de mantener viva la memoria de los momentos felices. Es por esto que decimos que todo tiempo pasado fue mejor, porque se mira con la lupa de la felicidad pero no de la tristeza y el dolor.
Por el contrario, el tiempo presente se mira con otros ojos. Queremos ser felices, pero nos encontramos con dificultades y enfermedades y sufrimientos. Queremos mejorar pero nos encontramos con obstáculos. Queremos ver lo bueno pero nos enfrentamos constantemente a lo malo. Y por eso pensamos que el tiempo presente siempre no es mejor que el tiempo pasado.
El evangelio de hoy nos habla de algo similar. Lo viejo es mirado como mejor que lo nuevo: el vino y el vestido. A veces nos podemos quedar estancado en el pasado y olvidamos el presente. O por el contrario, a veces olvidamos el presente y vivimos sólo en el futuro. La verdad es que ninguna de las dos está bien. Debemos vivir en el presente, sin olvidar el pasado y sin descuidar el futuro, pero en el presente.
Jesús vino a perfeccionar la Ley y los profetas, a darle plenitud. Y por eso es necesario un "vino nuevo" y un "vestido nuevo", por buenos que hayan sido el vino y el vestido viejos. Pero los nuevos son mejores, porque lo tienen a Él. Lo nuevo es mejor porque si lo viejo era una preparación para lo nuevo, entonces, ¿cómo de bueno será lo nuevo?
Jesús es lo nuevo que se predijo desde antiguo. La Ley y los profetas se resumen en el nuevo mandamiento que nos dio el Señor. Entonces, ¿por qué seguir apegados a las cosas antiguas si tenemos al mismo Dios que fue predicho por esas cosas? 
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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