14 marzo, 2012

La nueva Ley

Evangelio según San Mateo 5,17-19.
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
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¿De cuáles mandamientos está hablando el Señor? Jesús hablaba de las bienaventuranzas. Felices los que las cumplen, porque ellas son el cumplimiento de la Ley. Jesús no vino a abolir nada, sino a dar plenitud, a explicar, a enseñar la manera de vivir aquello que está escrito y a veces es difícil de entender. Pero ¿cuál es esa plenitud?
La correcta interpretación de la Ley y los Profetas se resume en "amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo". Esto se realiza por medio de las bienaventuranzas, es decir, siendo pobres de corazón, afligidos, desposeídos, teniendo hambre y sed de justicia, siendo misericordiosos y limpios de corazón, trabajando por la paz y trabajando por la causa del bien.
Nuestro verdadero hogar es el costado de Cristo, nuestra verdadera casa es la herida de su costado. Allí, en ese rincón de salvación encontraremos la fuente de las bienaventuranzas y la manera de vivir la Ley, que para los judíos se encontraba en los antiguos preceptos, pero para nosotros se encuentra en vivir la caridad hasta que duela.
La caridad tiene que doler, y doler mucho.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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