Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".
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Al que más se le da, más se le exige. Dios entrega a sus hijos las gracias necesarias para hacer su Voluntad. Estas gracias llegan sobreabundantemente, sin embargo no llegan de manera infinita. Dios podría mandar muchísimas más gracias de las que envía a cada uno de nosotros, pero no lo hace, porque si la respuesta es negativa, entonces esas mismas gracias serán causa de condenación y de mayores penas. Pero, así mismo, quien responde positivamente a las gracias recibirá más y más, y entre más reciba, más se le dará. De ahí que el mismo Señor, unos versículos atrás haya dicho: "el que tiene se le dará, pero el que no tiene se le quitará hasta lo que tiene".
Así pues, cuando miramos la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa nos encontramos con sus manos llenos de gracias que se derraman sobre nosotros, pero estas gracias se pierden porque no hay quien las reciba.
Oración: Madre Inmaculada, quisiera ser un "paragracias" que reciba todas las bendiciones y ayudas celestiales que el buen Dios envía por medio de ti, pero muchas de estas gracias las desperdicio por mi falta de amor y por mis propias miserias. ¿Cuál es la clave para recibir estas gracias de una manera cada vez más abundante? Si yo fuera tú, entonces todas las gracias llegarían sobre mí, pero como no soy tú, entonces no las recibo, ¿qué hacer entonces? Pues, transformarme en ti,¿Cómo? pues pidiendo al Buen Dios que me envíe esa gracia especial que hace tanto tiempo ha querido regalarme y que yo he despreciado por temor y por pecado. Pero, si tú vienes conmigo, Madrecita, a recibir todas las gracias, entonces esa misma, que tanto necesito, la podré aprovechar: la gracia de vivir Inmaculado.
Es como la Comunión, cuando eres tú quien la recibe por mí, es cuando verdaderamente llegan esas bendiciones a mi vida, porque tú sí sabes cómo comer al Buen Dios. Ven pues, Madrecita Inmaculada a recibir todas las gracias que el Buen Dios desea enviarnos a cada uno. Yo las quiero todas. Todos esos rayos que salen tus manos, Virgencita, yo los quiero sobre mí, te los pido por los méritos de la infancia de Jesús, ¿será que podrás negarmelos? Eso sí, que sea fiel, y para ello te necesito a ti en mí.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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