06 julio, 2011

Pedro, Andrés, Santiago, Tomás, Felipe y Mateo, otro Santiago, Juan, Simón, Bartolomé y Tadeo.

Evangelio según San Mateo 10,1-7. 
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan;
Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;
Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos.
Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

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Jesús les dio poder para expulsar espíritus impuros y para curar cualquier enfermedad o dolencia. ¿Quién puede decir que tiene es poder? Es más, ¿quién puede decir que tiene la fe para usarlo? Este don otorgado por Dios a los doce requiere un acto de fe. Para poder expulsar los demonios o los espíritus impuros es indispensable, antes que nada, creer en la existencia del maligno y en la influencia de éste sobre las almas. Sin esa fe que nos propone la Iglesia, entonces ¿cómo curar a las almas? además, también se requiere la fe para invocar la curación física o las dolencias espirituales sobre las personas. Si no existe la fe, entonces por más que se tengan los dones, no se podrá actuar conforme a la Voluntad de Dios.
Jesús envió a los doce a las ovejas perdidas del pueblo de Israel, pero ¿a qué los envió? a curar las enfermedades, y las dolencias y a expulsar a los espíritus impuros. Lo primero que hizo el Señor fue curar a las personas y a liberarlas del maligno. Primero se requiere el anuncio del Reino por medio de la curación y la liberación. Esto suena muy raro, y mucho más ahora, pero Dios conoce bien a la humanidad y sabe que primero tiene que calmar el hambre del pobre para poderle anunciar la patria eterna.
Así pues, lo primero (primeros capítulos de Mateo) es curar y liberar para que en el camino se vaya anunciando el Reino de los Cielos.
¿Cómo curar y liberar si este poder fue otorgado a los discípulos, ahora Obispos de la Iglesia y no en general? Pues por medio de la Inmaculada. Nosotros podemos acudir siempre a Ella e invocar las gracias necesarias para la obra de Dios. Por medio de la Inmaculada podemos pedir por la curación o la liberación de cualquiera, ya que Ella es Medianera de todas las Gracias. Además, si siempre actuamos por medio de Ella tendremos la certeza de que siempre tendremos el poder para hacer lo que queramos, porque la Omnipotencia Suplicante nos ahorrará esfuerzos y fatigas.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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