Domingo, 18 de septiembre de 2011. Mt 20, 1-16
Para Dios no hay desempleados, para Dios todos pueden trabajar en su viña, incluso los que nadie había querido contratar, Él no mide y no piensa como los hombres; quienes aceptan su dulce llamado que da sentido a la existencia, al atardecer de la vida, recibirán el jornal de su presencia durante toda la eternidad.
Los últimos en ser contratados deberían de haberle pagado a aquel propietario por haberles dado trabajo, por darles dignidad, así nosotros que deberíamos pagarle a Dios por su misericordia, por rescatarnos del pecado, pero no tenemos nada para darle, y su amor es más extenso y más grande, incluso nos quiere pagar el jornal a través del capataz, de la capataz: ¡María! Y como negarnos? Imposible! Con su mirada nos conquista y se vuelve imposible resistirse al Amor de Dios, por eso no podemos negarnos a tan grandiosa paga, que sabemos no merecemos. Dios nos da más de lo que merecemos por nuestro poco trabajo, pues tu y yo hemos llegado al atardecer, ha sido realmente poco lo que hemos hecho y Dios, para que no nos neguemos a sus regalos nos da todo a través de María, nos da a María para no desaprovechar los tesoros eternos.
Madre santísima, eres mi mayor tesoro, gracias por tu sí, gracias por tu intercesión, gracias por que a través tuyo tengo a Jesús, y solo contigo lo podré conservar por toda la eternidad. Amén.
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