25 septiembre, 2011

Sábado, 24 de septiembre de 2011. Lc 9, 43b-45

En medio de las alabanzas y la admiración, Jesús hablaba de la cruz a sus discípulos ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué ellos no entendían? ¿Por qué a ellos les daba miedo preguntarle? ¿Por qué no pedirle una explicación a Jesús?

Creo que todo tiene que ver con la humildad, pues ante la admiración puede llegar la tentación de la soberbia y sólo la cruz hace descubrir que se necesita de Dios, bendita cruz que nos acerca al Amado, que nos descubre su amor de entrega, que da sentido a cada acto de inmolación del Señor.

A veces inconscientemente rechazamos la cruz, tenemos oídos pero no escuchamos, porque no queremos sufrir porque nos da miedo asumir el dolor, pero lo es así porque no hemos descubierto que es Dios mismo quien nos da la gracia, no hemos descubierto que tenemos un Amigo que es experto en asumir y darle sentido al sufrimiento, que incluso carga con el nuestro si se lo damos.

Madre Santísima, Totus Tuus, en tu escuelita aprendo a amar y a sufrir.

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