Lunes, 12 de septiembre de 2011. Lc 7, 1-10
El centurión envió unos ancianos a rogarle a Jesús que fuera a sanar a su criado, pero luego le manda a decir con unos amigos que no era necesario que fuera, que con solo una palabra quedaría sano.
En el período de camino del Señor hacia la casa del centurión, aquel hombre aumentaba en virtud, en la fe y en la humildad de reconocerse indigno. Mientras se espera el milagro debemos actuar con confianza y reconociendo el Amor de Dios, reconociendo nuestra poquedad, en la cual se fija el Santo de los santos.
Dios se atreve a mirar nuestra miseria, desde su corazón brota cada milagro, de su corazón brota María, de quienes no somos dignos de recibir en nuestra casa. Gracias Señor, porque nos amas y amas a quien amamos, quiero amar a quien tú amas.
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