25 febrero, 2011

Viernes 25 de febrero de 2011

Evangelio según San Marcos 10,1-12.
Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".

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Qué lindo y perfecto es el plan divino. Dios ha pensado en nosotros y nos ha creado a su imagen y semejanza. La bondad de Dios se extendió hasta lo más profundo de nuestra alma y nos dotó de cualidades maravillosas y de un cuerpo como no lo tienen ninguna otra criatura.

Dios pensó en nosotros y nos colmó de bienes. Puso a nuestra disposición la creación entera. Nos hizo tan sólo un poco inferiores a los ángeles, nos llenó de gloria y dignidad.

Y saber que a veces nos comportamos como cerdos… Que nuestra dignidad es pisoteada por nosotros mismos. Que profanamos el templo del Espíritu Santo.

Por el contrario, qué hermosa es una alma pura, un alma santa. Qué luz brilla de las personas que siguen los preceptos del Señor y se comportan de acuerdo a la dignidad recibida por el mismo Dios. Qué maravillosas son las almas que se entregan a la pureza de corazón y de cuerpo. Qué grandes son las almas que actúan según la dignidad de los hijos de Dios.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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