18 marzo, 2012

La luz

Evangelio según San Juan 3,14-21.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
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La salvación está en Cristo Jesús. Él es la luz y quien se acerca a la luz vive en la claridad, en cambio, quien se aleja de la luz, vive en la oscuridad. Sin la claridad nada tiene sentido, todo pierde su valor, las cosas no se ven como realmente son. Cristo, la luz del mundo, ilumina todas las cosas y las presenta a nuestros ojos como verdaderamente son.
De la misma manera que una un cuadro pierde todo su valor cuando está sometido a la oscuridad, así la vida en la oscuridad del pecado pierde todo su sentido. De la misma manera que un bello rostro en la oscuridad no es nada, así los hijos de Dios, sumidos en la oscuridad del pecado, pierden toda su belleza y hermosura.
En cambio, Jesús nos muestra la verdad y su luz clarifica el camino, y con el camino llegamos a la meta: el Padre, la salvación.
Con Jesús se entiende perfectamente el misterio mariano, el papel de la Inmaculada en nuestras vidas, pero sin la claridad del Corazón de Cristo, entonces no se comprende nada del amor maternal de nuestra querida Virgen María.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Gabriel Jaime López ,

¡Qué nuestro DIOS te bendiga y qué la vírgen María te acompañe siempre!

un abrazo
Julián

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