16 julio, 2012

Amor sobrenatural

Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.
Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra;
y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
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El amor a Jesús no puede ser como el "amor" que generalmente tenemos por las cosas. Uno dice que "ama" una cosa cuando en verdad no la ama sino que la desea, sin embargo decimos que la amamos, pero cuando la dejamos de desear (generalmente cuando ya la poseemos) entonces la dejamos de "amar".
No es así con cosas más valiosas, puesto que el "amor" que sentimos por ellas no acaba generalmente con el deseo o con la posesión, sino que perdura en el tiempo, por ejemplo, cuando nos esforzamos por estudiar una carrera en la universidad y alcanzamos el título. Sin embargo, la perseverancia en el tiempo del afecto hacia esa cosa no es amor.
El amor a Jesús debe ser un amor auténtico que no dependa de su posesión o del deseo, sino que debe superar, por mucho, los simples afectos humanos. El amor a Jesús debe ser más grande que la vida y que la muerte. Debe ser más grande que el placer o el dolor. Debe superar a la alegría o a la tristeza. El amor a Jesús debe ser un amor natural y sobrenatural, y por lo tanto sólo puede recibir su fuerza del mismo Corazón de Jesús.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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