18 julio, 2012

Salmo 130

Evangelio según San Mateo 11,25-27.
En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
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¿En qué consiste la pequeñez espiritual?
Siempre que uno escucha ese término piensa en Santa Teresita del Niño Jesús, pero ¿es qué es la pequeñez espiritual?
Una cosa pequeña es liviana, sencilla, fácil, hermosa. En la vida espiritual, la pequeñez es consecuencia de la humildad y de la pureza. Un alma pequeña es aquella que se deja llenar de Dios y se hace como niña. Un alma pequeña es la que tiene la pureza de intención de un infante enamorado y su limpieza de alma.
La reina de la pequeñez es la Virgen María, que fue Madre de Dios siendo sólo una niña, y aunque los años pasaron y fue creciendo, su alma cada vez se fue haciendo más tierna...

Dice el salmo 130

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.


Qué salmo tan hermoso. ¿Acaso no se resume en él lo que es ser pequeño en el Señor?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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