Bartimeo, mendigo de amor, comienza a gritar, aun cuando muchos quieren callarlo, él persiste en su llamado, ¡cuanta urgencia! ¡Cuanta necesidad! No le importaba, ¿Qué más podía perder? No tenia nada, no tenía dinero, ni cualidades extraordinarias, ni elogios, ni reconocimiento humano; en el silencio había descubierto la esperanza, el sentido de vida: ¡Jesús! Quien estaba en Jericó y ya partiría, quizás era la última oportunidad, ¿Cómo dejarlo pasar? ¿Cómo no gritar?
Por lo tanto, podemos tener como primer paso el reconocernos necesitados, así abriremos el corazón, luego se desea descubrir la Verdad del Amor, saber que hay Alguien que puede salvarnos y en consecuencia, lo buscaremos y no habrá lenguas que callen nuestra voz, pero ahí no termina todo, pues que ilógico sería hacer todos esos esfuerzos y cuando lleguemos frente a Jesús y nos pregunte sobre lo que queremos nos quedemos callados, ahí se ve todo el mérito de Bartimeo valiente, humilde, confiado, decidido, atrevido hasta el final.
Santísima Virgen el hijo de Timeo no escuchó la voz de Jesús directamente cuando decía "Llámenlo", pero confió y pudo responder cuando los que lo querían callar, después le dijeron que era llamado por el Señor, acudió a Él y se atrevió a hablarle, ayúdame mamá a encontrarme en todo momento con tu adorado Hijo, para que de sus labios sea dirigida mi vida, que pueda ver con claridad la Divina Voluntad, y en todo momento tenga la confianza de que en tus brazos llego segura a Jesús, con quien puedo hablar, refugiarme, contarle los deseos de mi corazón.
Jessica Restrepo S.
No hay comentarios:
Publicar un comentario