Me parece curioso que las palabras que Jesús dirige a Tomás –«Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre»–, son la respuesta que Felipe necesitaba, ¿será que Felipe no lo había escuchado? Seguramente sí, pues el Señor le dice: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?»; entonces, ¿Cuál es el problema de Felipe? Pues el mismo tuyo y mío, aun no le creemos a Dios, estamos acostumbrados a desconfiar de todas las personas, que incluso nos cuesta confiar en las palabras de Cristo, hoy el mundo vive sumergido en el individualismo egoísta, ya las familias permanecen desunidas, el esposo no cree a la esposa, los hijos no creen a los padres y viceversa, el corazón ha sido tan lastimado que, incluso en los negocios, ya la palabra no tiene ningún valor, la cual anteriormente servía para cerrar un trato…
¿Qué hacer entonces? Definitivamente, hay que escuchar a Jesús, que nos dice: “creed a las obras”, pues al verlo actuando, lo que nos parece imposible se hace posible, es posible amar, es posible ser sincero, ¡son verdad las palabras de Jesús! Él es coherente, no solo nos dice que es Dios, sino que nos revela su divinidad con sus obras. Nosotros con nuestro testimonio y predicación, también estamos llamados a confirmar las palabras que Jesús dirige a la humanidad, pues somos obra suya, todo lo bueno que podamos hacer proviene de su infinita misericordia.
Pero como somos tan sordos para escuchar a Jesús y tan miopes para ver sus obras, entonces clamamos a ti María, madre de la fe, de la contemplación, tú ves las obras y las maravillas que Dios hace, tu eres la llena de gracia, eres la perfecta discipula misionera, por eso mamá, te suplicamos que nos ayudes a permanecer en la gracia de Dios, a frecuentar los sacramentos, a crecer en virtud para reconocer y ver al Señor. Amén
Jessica Restrepo S.
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