Al ver el gentío el Señor nos plantea las bienaventuranzas, el sentido del cristiano, el camino de conversión y santidad, pues mientras más gente haya, más se necesita compromiso, mas tenemos que encontrarnos e imitar a Jesús y a María.
Un verdadero proceso de conversión implica sentirnos necesitados de Dios, reconocer nuestra pobreza, lloraremos por haberle ofendido con verdadera contrición de corazón, y al reconocer nuestra fragilidad se sufre, pero con la esperanza puesta en Dios, de quien se hereda la verdadera felicidad; así mismo al considerar la bondad recibida, se desea trasmitirla, se desea no perderla, se busca poseer a Dios eterna y plenamente y al tener tal Amor, se derramará amor, misericordia al prójimo, palpitaremos en un solo corazón, un corazón puro y limpio de toda corrupción y mala intención, donde se trabaja sin cansancio por la paz como lo haría el mismo Cristo, asumiendo la persecución, la cruz con alegría.
Virgen Bienaventurada, ayúdanos a amar y a reconocer la verdadera vida. Amén.
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