Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
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María siempre vivió preparada para entregarse completamente al Señor. Desde los primeros años de su vida se dedicó al servicio de Dios y su corazón ardía de amor por aquel que la había creado. Cuando llegó el momento de la anunciación ya estaba preparada para dar su sí definitivo. Luego, en Caná, en la vida pública de Jesús, en el Calvario y en los años siguientes a la muerte de Jesús siempre estuvo preparada para renovar aquel sí inicial. ¿Estamos preparados como María para decir sí en todo momento?
El mundo tiende a absorbernos. Las preocupaciones de la vida siempre nos alejan poco a poco de Dios si no estamos velando constantemente. ¿Cuántas personas no se han olvidado de Dios gracias a su trabajo? ¿cuántas veces no hemos dejado a un lado la oración por andar corriendo en las cosas de este mundo?
Las pasiones y los gustos también apagan nuestro corazón. Los excesos y los placeres desmedidos nos llevan poco a poco a buscar los gustos terrenales y a alejarnos de lo que nos cuesta y nos exige. Así, al cabo de un tiempo, preferimos dormir que orar, comer que comulgar, descansar que amar, etc.
Llegarán momentos de mucha dificultad en los cuales seremos probados en la caridad. Si no estamos prevenidos y preparados por medio de la oración y la caridad constante, entonces no quedaremos a salvo de lo que va a ocurrir.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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