10 marzo, 2011

Jueves, 10 de marzo de 2011. Lc 9, 22-25

¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?
Definitivamente se va a tener que perder la vida, tanto el que sigue el mundo como el que sigue a Cristo, pero… ¿Dónde está la diferencia? Pues que el que quiere seguir a Cristo se niega a sí mismo voluntariamente, diariamente se esfuerza por luchar, asume el combate diario, con la esperanza puesta en la promesa de Jesús: “el que pierda su vida por mi causa la salvará”, es decir, la Vida Eterna es el fin, el tener el Amor y la Felicidad.

El que sigue el mundo, asume lo que este le pide, debe estar pendiente de satisfacer y cumplir las exigencias consumistas y materialistas, creyendo y deseando salvar la vida, se acomoda en la tierra, se pretende tener todo bajo control, se “asegura” la vida, la casa, el carro, los bienes y se buscan placeres, con el pretexto de querer salvar la vida, con el fin de querer ser feliz, pero no se logra tal fin, por el contrario, se pierde la dignidad, la salud, la familia, se pierde la vida de Gracia, se pierde la Verdadera Vida.

Madre Inmaculada, San José custodien la Vida de Jesus en mi alma, que nunca caiga en la desgracia del pecado mortal, que siempre tenga la claridad de ver que mis sacrificios, que la renuncia vale la pena, porque se busca un bien mayor. Amén.

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