26 marzo, 2011

Sábado 26 de marzo de 2011

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32

La figura del hermano mayor siempre causa impresión. ¿Por qué actuó de esa manera? al parecer tenía mucha rabia con su hermano, incluso no lo llama hermano sino que se refiere a él como "ese hijo tuyo". La actitud de este hombre fue egoísta, no le importó que su hermana hubiese regresado, sólo pensó en que él no había tenido una fiesta con sus amigos. Vaya, qué actitud tan egoísta, estaba con el Padre y lo había obedecido pero en el fondo de su corazón no lo había amado.
Por el contrario, el hijo menor, había desepcionado al Padre, pero había regresado. No por amor, sino por conveniencia: "cuantos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra y yo aquí muriéndome de hambre". Lo que movió a este hijo a volver al padre no fue el arrepentimiento sino el estómago... ¡increíble! actuó igual que su hermano mayor. Sin embargo hay algo que marcó la diferencia: el padre que se abrazó a su hijo y lo colmó de besos. El corazón de el pródigo se ablandó y el amor de su padre lo convirtió. Desde ese momento, al que mucho se le perdonó, mucho amó. El hijo pródigo se convirtió y comprendió el amor del padre. El hermano mayor no pudo entender esto y por eso actuó así.
Madre Inmaculada, aunque me aleje a tierras extrangeras y malgaste todo lo que el Padre me ha regalado, no te olvides de mí. Y a la menor oportunidad muéstrame el amor del Padre y mi corazón no podrá resistir...
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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