03 marzo, 2011

Jueves 3 de marzo de 2011

Evangelio según San Marcos 10,46-52.
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

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Jesús escuchó los clamores de Bartimeo. Algunos de los que iban con el Maestro le ordenaron que se callara (seguramente porque pensaban que ellos Bartimeo era demasiado insignificante como para quitarle tiempo al Salvador). Jesús, sin embargo, escucha el clamor de aquel hombre y dice algo insólito: “llámenlo”. ¿No les parece que Jesús debía ir a donde estaba el ciego? No es más fácil que el que ve vaya a donde está el que no ve. ¿No estaba Jesús complicándole las cosas al ciego?

Pues, la verdad, es que precisamente esta acción de Jesús tiene su razón de ser. No es “gratis” que hubiese sido de aquella manera. El ciego estaba sin vista física y espiritual, y aunque recobró primero la espiritual, porque reconoció a Jesús como el Hijo de David que podía tener compasión de él, necesitaba tener un acto que demostrara que su fe era verdadera.

El Señor manda a Bartimeo que se levante y lo busque, y eso fue precisamente lo que hizo aquel ciego.

Yo, estoy ciego. Sé que está pasando Jesús frente a mí. Soy capaz de decir, incluso de gritas, Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. La pregunta es, ¿soy capaz de dejar todo lo que soy y a lo que me dedico, para ir donde Jesús? ¿Soy capaz de levantarme y caminar hacia Él? O, ¿simplemente soy un “gritador” que está esperando a que lo vengan a cargar?

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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