13 marzo, 2010

Lectio Divina. Sábado 13 de marzo de 2010. Lc 18, 9-14

Dos hombres fueron al Templo a orar. Los dos tenían buenas intenciones. Ambos eran hombres necesitados de Dios. Ambos hablaron al Señor, pero sólo uno fue justificado. No son las muchas cosas que hacemos las que nos alcanzan el perdón de los pecados o la salvación. No es lo grande de nuestras acciones lo que nos alcanza la gracia de Dios. No somos nosotros los que nos salvamos sino Dios quien no salva.

Los cristianos sabemos que la salvación viene de Dios y no de nosotros mismos –a diferencia de las enseñanzas orientales, que profesan la salvación por medio de las técnicas de oración-.

¿Cómo debe ser nuestra oración? Debe ser humilde; reconociendo que es Dios quien nos salva y no nosotros mismos, por buenos que nos creamos.

María, nuestra Madre Inmaculada, es el modelo perfecto de humildad y sencillez. Ella se entregó en manos de Dios, vivió según su divina voluntad y agradó perfectamente a la Santísima Trinidad. ¿Por qué? Porque la humildad de María es incomparable a la de todas las demás creaturas. Sólo la pequeñez de María ha sido de tal agrado a Dios que Éste la escogió por Madre suya, por Esposa suya y por Hija predilecta suya. La Santísima Trinidad se enamoró de María porque la humildad es irresistible a los ojos de Dios.

Tenemos que ver a María como Madre, como Esposa y como Hija, no porque nos podamos igualar a la Santísima Trinidad, sino porque de esta manera aprenderemos a ser padres, esposos e hijos. Con María como modelo a seguir podremos llegar más fácil a Jesús, y de esta manera alcanzar al Padre. Con María podemos acercarnos de manera fácil, corta, segura y perfecta al único mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo.

Ahora podemos traducir las palabras del evangelio de la siguiente manera:

Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era un buen cristiano y el otro era devotísimo de la Santísima Virgen María (obviamente esto implica ser buen cristiano). Yo les digo que el último, cuando volvió a su casa, no sólo estaba en gracia de Dios, sino que se parecía mucho más a mí (Jesús) porque hizo lo mismo que yo: ser hijo de mi Madre y con ella buscar la santidad.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

No hay comentarios:

Search