30 marzo, 2010

Martes 30 de marzo de 2010. Jn 13, 21

«Jesús se conmovió en su espíritu y dijo con toda claridad: "uno de ustedes me va a entregar".» El dolor más grande que alguien puede sentir en una traición se da cuando ésta viene por parte de los que se aman. La traición del amigo es terriblemente más dolorosa que la traición de los demás.

¿Acaso no somos nosotros hijos de Dios? ¿Cuán dolorosa es la traición de un hijo? Pobre Jesús, siempre recibe de nuestra parte traiciones, porque eso, precisamente, son nuestros pecados: traiciones.

¿Con cuánto dolor recibe Dios la traición de los más cercanos? ¿Cómo se sentirá el corazón de Jesús al recibir la traición de los sacerdotes? En estos días de revuelo clerical, con escándalos de pederastia, vemos en vivo y en directo aquella escena del evangelio: «Jesús se conmovió en su espíritu y dijo con toda claridad: "uno de ustedes me va a entregar".»

¿Y qué hace Jesús? Come con él, le extiende su mano y lo invita a cenar. No lo rechaza, no lo expulsa, no lo juzga, simplemente… lo sigue amando.

Menos mal el corazón de Jesús se encuentra también con corazones santos, humildes y cálidos. Menos mal el corazón de Jesús se encuentra con "Juanes" recostados en su costado y con "Marías" que derraman perfumes costosos en sus pies. Menos mal el corazón de Jesús se encuentra con "Inmaculadas" que se entregan en cuerpo y alma a su amor.

Y tú ¿Eres "Juan", "María", "Inmaculada" o "Judas"?

Sagrado corazón de Jesús, en vos confiamos. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Danos sacerdotes santos.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

Gabriel López

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