24 marzo, 2010

Jueves, San Lucas 1,26-38

En hora buena, el evangelio hace clara referencia de María en cómo recibe el mensaje y lo acepta en su corazón sin conjeturas bajo una obediencia humilde y sumisa al responder ¨he aquí la esclava del Señor, hagace en mi según su querer¨, es fácil sacar de allí una apología a la Virgen Santísima.
Pero no. Hablare del gran desconocido que no es precisamente el Espíritu Santo, sino San José.
Hombre silencioso y modesto, que por esa misma modestia los evangelistas quizá no le reconocen como el modelo que ha debido ser aún para ellos mismos. Se ha dicho que San José es el gran desconocido, y no por que él no se muestre o hago actos heroicos como La Madonna, sino porque no le buscamos, no le mencionamos, ni nos importa, es como si fuese un ente ajeno a nuestra vida espiritual.
¡A sí, San José es varón prudente y padre adoptivo de Jesús!. A esto se le responde: ¡A sí, tu mediocre y falto de cultura!. San José ha de ocupar un lugar relevante en nuestra vida.

Pues bien, a modo de ejemplo, se podría decir que a Jesús se llega al lomo de aquella avecilla que vate sus alas, donde un ala es la Virgen María y la otra ha de ser San José. Corta una de esas alas y será más dificultoso el asenso si es que se puede elevar.

Ahora San José ha dejado de ser tan desconocido (ajeno) a vuestra merced.

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