12 agosto, 2011

el Matrimonio


Viernes, 12 de agosto de 2011. Mt 19, 3-12

El Denzinger 1799 dice “la gracia que perfeccionara aquel amor natural y confirmara la unidad indisoluble y santificara a los cónyuges, nos la mereció por su pasión el mismo Cristo, instituidor y realizador de los venerables sacramentos. Lo cual insinúa el Apóstol Pablo cuando dice: Varones, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Ep 5,25), añadiendo seguidamente: Este sacramento, grande es; pero yo digo, en Cristo y en la Iglesia”

Por lo anterior, no se puede entender la unión que Dios ha hecho, sino es en su mismo corazón; en consecuencia, una pareja que se quiera separar y que conoce al Señor, no lo hace, pues al beber de la fuente del Amor y de la misericordia, el amor entre ellos cobra sentido, es elevado y dignificado, se empiezan a amar con el corazón de Jesús y es Dios su finalidad, no se encierran en sí mismos.

El matrimonio es vocación, es llamado de Dios que crea hombre y mujer, que les pide dejar familiares y que les une en su corazón para ser uno. Para recibir la vocación al matrimonio y responder a ella, es necesario: reconocer la propia dignidad dada por Dios, valorar la condición y sexo particular, esforzarse por imitar el modelo humano de María y José, así mismo estar dispuestos a decidirse, a enfrentar miedos, a escuchar la voz del Señor que pide dejar, es decir, toda vocación implica renuncia y sacrificio, pero no es solo eso, pues muchos lo intentan hacer, una verdadera respuesta al Matrimonio implica ser aceptada como medio para alcanzar el Fin que es Cristo, que es la Santidad, de lo contrario, no podrá dar felicidad, no podrá ser aprovechado el sacrificio, no se podrá amar verdaderamente.

Virgen Inmaculada y queridísimo San José, interceded por los matrimonios que hay y los que vendrán, para que a ejemplo de ustedes todas sus acciones sean ordenadas por, en, para y con el Amor que es Dios.

Otro dato…
San Jerónimo. Podría suceder que alguno calumniase a su mujer inocente y -a causa de un segundo matrimonio- imaginase un crimen en el primero. Por esto el Señor manda que el hombre pueda repudiar a su mujer; pero imposibilitándole de que pueda tomar otra mientras aquella viva y como ocurre esto con respecto a la mujer, también a ésta la incapacita de que pueda tomar otro marido mientras viva el primero.

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