25 agosto, 2011

Evangelio según San Mateo 24,42-51. 
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará',
y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos,
su señor llegará el día y la hora menos pensada,
y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

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"Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. " Debemos estar ocupados en el Señor. ¿Qué tal que nos encuentre perdiendo el tiempo? tantas almas, tanta necesidad, tantas personas sedientas de Dios y nosotros perdiendo el tiempo.
El evangelio habla de el mayordomo que se dedicó a golpear a sus compañeros, a comer y a beber ... pero ¿será que sólo habrá llanto y rechinar de dientes para los que hagan esto o también para los que estemos perdiendo el tiempo? ¿Cómo malgastar nuestra vida sabiendo que hay tanta necesidad de Dios en las almas?
Pobre Jesús, el cuenta con nosotros y nosotros estamos demasiado ocupados en no hacer nada. Tenemos demasiadas preocupaciones en las cosas de este mundo. Nuestra esperanza está en el fruto de nuestro trabajo. Somos nosotros los dueños y señores de nuestro destino. Tenemos siempre la esperanza de triunfar por nuestras propias fuerzas; y por eso no ponemos nuestros ojos y nuestro corazón en el cielo. Nuestro tesoro está aquí en la tierra y por ende aquí está nuestro corazón.
En cambio, María, la Inmaculada, siempre tuvo su tesoro en el cielo, y fue tan grande esa convicción de las cosas celestiales que fue la mejor mujer sobre la tierra. ¿Quién dijo que poner en Dios toda nuestra esperanza nos hace incapaces de vivir bien en este mundo? Antes, por el contrario, quienes viven en Dios son verdaderos esposos, hermanos, hijos, maestros, padres, ciudadanos, etc.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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