09 agosto, 2011

Unión sacramental

Evangelio según San Mateo 19,3-12. 
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?".
El respondió: "¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer;
y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Le replicaron: "Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?".
El les dijo: "Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así.
Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio".
Los discípulos le dijeron: "Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse".
Y él les respondió: "No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido.
En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!".

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"El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán sino una sola carne". ¡Qué misterio tan grande! dos personas, dos almas, dos corazones, en el sacramento del matrimonio, se unen para formar una sola carne... Pero ¿cómo podemos hablar de una sola carne si los dos siguen siendo los mismos? Jesús habla de una sola carne porque en el amor conyugal debe haber una entrega total y definitiva de los dos para ser como uno solo. Entonces, si ya son una sola carne, entonces, ¿cuánto más deben ser un solo corazón? Si comprendiéramos un poco el valor de la unión sacramental nuestra vida sería diferente. Tal misterio no ha sido imprimido en el corazón de todos, porque no todos han sido llamados a tal unión, pero todos sí hemos sido llamados a una unión más perfecta: ser una sola carne con Cristo. Esta unión se da en otro sacramento, el sacramento de Eucaristía.
En la comunión, Dios y el hombre se unen de una manera perfectísima, que no es superada por ningún otro tipo de unión en el mundo. Dios se hace alimento para el hombre y desde su interior renueva y revive al mismo hombre. Nuestra entrega en la Eucaristía debería ser Total y Definitiva para vivir auténticamente como una sola carne.
En la Eucaristía Dios y nosotros somos una sola carne porque a nuestra carne entra la Carne de Cristo y a nuestra alma entra el Alma de Cristo, su Divinidad.
¡Qué misterio tan grande!
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

1 comentario:

Jessica Restrepo dijo...

¡Hermosa lectio! Se nota que la hiciste con la Virgen María!

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