María es el modelo perfecto de oración. María siempre pedía hace la voluntad de Dios. Sus ojos siempre estaban fijos en Dios y pensaba cómo hacer siempre lo que más le agrada. María es «la amiga inoportuna» a la cual nada le será negado por parte de Dios.
«Yo les digo que aunque el hombre no se levante para dárselo porque usted es amigo suyo, si usted se pone pesado, al final le dará todo lo que necesita». Esto quiere decir que nos tenemos que poner pesados en la oración.
Pero, ¿qué es ponerse pesado? En términos de hoy podríamos decir «volvernos intensos». ¿Será que Dios quiere que pidamos intensamente? Bueno hay tres posibilidades a la hora de la oración:
1. Que pidamos algo que nos convenga. ¿Dios nos lo concederá? Claro que sí, aunque de principio no quiera (por alguna divina razón), si lo pedimos con insistencia nos lo dará.
2. Que pidamos algo que sea indiferente. ¿Dios nos lo dará? Pues si no nos hace mal ni bien y lo pedimos con insistencia posiblemente Dios nos lo dé.
3. Que pidamos algo que no nos convenga. ¿Dios nos lo dará? Creo que no. Por más que insistamos, por más que queramos, no nos lo dará.
Lo más impresionante de este evangelio es que en el versículo 13 dice: «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos ¡cuánto más el Padre del Cielo dará Espíritu Santo a los que se lo pidan!». Podemos notar que Jesús está hablando de PEDIR EL ESPÍRITU SANTO, no de pedir posesiones o dinero o puestos de trabajo, sino Espíritu Santo. O sea que podemos decir que este evangelio nos está hablando de la primera opción: pedir algo que nos convenga.
Conclusión: Debemos pedir intensamente lo que nos convenga: «Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras».
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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