Dice un viejo refrán “Nadie es profeta en su tierra”, bueno, en este caso ni Jesús se salvó de ello; Él el Hijo de Dios, tampoco fue aceptado en su propia ciudad. ¡Increíble!, pero así pasa, casos se ven…
Definitivamente la confianza en Dios es de un valor inmenso para Él, pues tanto lo conmueve que permitió que el paralítico se parara de la camilla en la que estaba postrado. Si alguno cree estar perdido, que no hay esperanza de que cambie su vida, hoy Jesús llega a su puerta a decirle que así se esté postrado y totalmente imposibilitado, si tiene FE en Él, podrá levantarse. El pecado abaja tanto la dignidad del hombre que llega a postrarnos totalmente, tanto así que no nos deja movilizarnos por sí mismos, él siempre nos reduce a la mínima condición, a lo peor, hasta que llega Jesús y nos dice: “¡Levántate!, y camina”, con ellas nos está diciendo: Hijo aquí estoy, aún hay esperanza de recuperarte, toma mi mano para que vuelvas a la postura que deberíamos tener, ser hombres derechos con la cabeza levantada hacia nuestro creador.
Cualquier hombre que ponga su confianza en Dios, después de hacerlo con un corazón arrepentido podrá conmoverlo y volver a caminar de su mano y de la de su Madre, María, aquella mujer que nos regala Dios para que ninguna de nuestras manos queden libres, pues de una va Jesús y de otra María para conducirlo, como a un niño pequeño hacia la salvación y la verdadera vida que sólo se encuentra en el Cielo.
María, Tú siempre tuviste la plena confianza en Dios, tal fue esa confianza y fe en Dios que no tuviste reparo en decir SI al momento de la anunciación del Arcángel Gabriel, no te importó absolutamente nada… enséñanos Madre a confiar plenamente en Él para así dejarnos conducir por su Sagrado Corazón a la gloria eterna. Amén
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