“quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los que no tienen culpa. El Señor no viene a abolir la ley sino a darle plenitud. La plenitud de la ley de Moisés se cumple con el mismo Dios que se hace hombre, con el Verbo encarnado, con el Pan bajado del cielo, con la doctrina del amor.
Amado Jesús, si fuésemos capaces de ver los corazones, podríamos ver que están hambrientos y por eso buscan arrancar las espigas de un amor verdadero, y quizás lo que muchas veces hacen, es en pro de alcanzar tan dichoso amor; ayúdanos a ser astutos en descubrir tus designios, en dejarnos amar, en obedecerte en todo tiempo y momento a través del magisterio, enséñanos a ser como tu, a tener un equilibrio santo. Amén.
Santa María, nuestra Señora del monte Carmelo, ruega por nosotros.
Jessica Restrepo S.
San Hilario, in Matthaeum, 12. Los fariseos, que se creían dueños de las llaves del reino de los cielos, arguyen a los discípulos de haber obrado mal. El Señor sólo les habla de una profecía, para un tiempo lejano. Y, para demostrar que este hecho encierra la ciencia del porvenir añade: " Y si supiéseis qué es: misericordia quiero, y no sacrificio". Porque no consiste la obra de nuestra salvación en el sacrificio, sino en la misericordia. Cesando la ley, nos salva la bondad de Dios. Si ellos hubieran comprendido su beneficio, jamás hubieran condenado a los inocentes (esto es, a los apóstoles) a quienes acusaban por animadversión de haber infringido la ley. Cesando la antigüedad de los sacrificios, la nueva ley de la misericordia les hubiera favorecido a todos mediante los Apóstoles.
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